LEYENDA TEHUELCHE, LA CREACIÓN DE LAS FLORES.
por Susana C. Otero (adaptaciones e ilustración)
Dicen que dicen... los abuelos sabios, que
hubo un tiempo que el generoso hacedor de
todas las cosas, no le había puesto flores a
las plantas que cubrían la tierra. Sólo
abundaba el verde en todas ellas.
También dicen que en la Patagonia vivía una
niña muy bella. Cuentan que los jóvenes que
la conocían, solían caminar largas
distancias sólo para poder contemplarla
aunque más no fuese de lejos y si ella los
reconocía, ellos recibían como premio la
amplia sonrisa de la bella Kospi.
Como todas las mujeres Tehuelches, Kospi
tejía mantas y también las pintaba.
La jovencita adoraba sentarse a orillas del
lago, mientras el solcito calentaba la tarde,
mirándose espejada en las cristalinas aguas,
destrenzando sus largos y renegridos cabellos
y peinarlos con su peinecito de hueso.
Así la sorprendió Karut, el trueno, aquel
día de otoño.
Hacía muchas lunas que Karut venía
persiguiéndola, claro que ella no le prestaba
atención, cosa que enojaba mucho a Karut.
Sin embargo, esta vez el trueno estaba
decidido a lograr su cometido, y sin que ella
tuviese tiempo de reaccionar y defenderse
Karut la aprisiono entre sus poderosas
garras, la raptó y la llevó consigo, trepó
las altas cumbres y la encerró en una caverna
lejos de todo y de todos.
Por más que la bella Kospi lloró, pataleó y
suplicó, Karut, el trueno no se conmovió,
ella estaba presa en la más absoluta soledad,
era grande su pena y el frío sepulcral de la
montaña congelaba el alma y el cuerpo de la
joven.
Allá en la lúgubre cima el aire gélido,
primero le entumeció los pies, luego fue
trepándole por las piernas y le subió por el
cuerpo hasta congelarla y confundirse con el
hielo de las cumbres.
Quizás, fue por eso. que Karut la perdió en
la inmensidad y por más que vociferó con su
tremendo vozarrón haciendo temblar la tierra,
sólo pudo despertar a Lluvia que comenzó a
caer y llovió sin cesar vaya uno a saber
cuanto...
Kospi, que ahora era sólo una masa de hielo,
fue arrastrada y al deslizarse por la ladera
de la montaña, el temeroso sol derritió el
hielo y el agua buscó el valle hasta
inundarlo.
Y llegó la primavera.
Kospi, hecha gotita trepó por el tallo de
una planta, llegó hasta copa y subió por una
rama y al tocar el extremo, al fin pudo
vislumbrar nuevamente su amado pueblo, y ohhh
sorpresa!, estalló en una colorida flor.
Tal vez debido a esto en Tehuelche se les
llama kospi a los pétalos de las flores.
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